lunes, 30 de marzo de 2009

De lo que viene


Al fin lo recogía, por fin estaba terminado. Otro anticipo de lo que llega, y en cierto modo la materialización de un sueño, y soy muy pesada con el tema, pero era mi sueño… Iba a la modista para traerme al fin el vestido negro de manga francesa y largo rodillero, el vestido de la mantilla. Caminaba pensando en mis cosas, que no es raro, cuando algo me sacó de ellas. Una niña, presumo que antes o después de la catequesis repasaba con su abuela el credo. No sé porqué me hizo gracia aquella niña, que poco a poco construía esa oración que yo aprendí hace tanto, que recé tantas veces, a veces creyendo más, a veces creyendo menos… En cierto modo era otro anticipo de lo que se acerca… Pasé por la parroquia, parroquia de barrio, de periferia, donde hace veintitantos años, cuando yo nací, aquello quedaba tan lejos de cualquier cofradía como de Hong Kong… Estaba la puerta entornada, y entreabierta se escaparon hasta mí notas de una marcha que no me gusta especialmente… pero bueno, también aquello era Semana Santa. Imagino que era la BSO de preparativos para el viernes, y los anticipos de la Gloria tienen ilimitadas formas, como la de esos naranjos que perfumaron mi camino, que no son de Mateos Gago, pero el azahar es sevillanía allá donde esté. Al llegar al portal me dí cuenta de que me había olvidado algo, pero bueno, a la vuelta podría hacerlo. Merendé en casa del Andréu sin el Andréu, en ese salón que va de la calle San Esteban al Paseo de la O, y vuelve de Sevilla a Triana cuantas veces quieras mirarlo… Tostadas o torrijas, de azúcar y canela, que hay que aprovechar estas fechas para comer estas cosas.
Última prueba, fin de alfileres e hilvanes… Entre túnicas de la Esperanza de Triana y trajes de flamenca a la mitad, salgo con el vestido en una percha; funda trasparente para que pueda verlo todo el camino de vuelta. El azahar sigue en la calle, y tengo una misión que ahora no se me puede olvidar. Entro percha en mano en un establecimiento dónde venden comida para perros, melisa para conciliar el sueño y productos adelgazantes. Poca gente sabe que allí se vende lo que yo compro, carbón. Se me había acabado, hacía días que no respiraba incienso… Carbón, ¿por qué los Reyes Magos no cumplen sus amenazas? ¿no he sido lo suficientemente mala? ¿no he sido lo suficientemente buena? Era un momento algo raro, en una herboristería, vestido mantillero en ristre, comprando carbón… Se me iba a escapar la risa tonta, al dependiente también; quizás ha sido el anticipo mayor, el momento más cuaresmal, o el más raro…
Y es que todas las señales lo indican, todos los caminos me llevan, todo parece gritarlo en silencio, secreto público que no se esconde, pero que nos gusta intuir…
Ya viene, de verdad que ya viene…

jueves, 26 de marzo de 2009

Tras el antifaz


No hay mayor ejercicio de soledad en compañía, nadie se encierra más dentro de uno mismo en una multitud tan grande… Tras el antifaz, da igual el color o el paño, puedes observar la vida, la Semana Santa, el pulso de la ciudad. Comportamientos ajenos, vivencias propias, recuerdos, planes de futuro, cansancio, cuestiones divinas y humanas, reflexiones… Situación de introspección que cada vez es más difícil de encontrar, sobre todo por el mundo en que vivimos; y una vez al año, bien durante cinco horas o catorce, puedes disfrutar de estar dentro de ti, rodeado de gente, partícipe de aquello que te parece el centro del mundo, el centro del tuyo en ese momento.

Para los que en esta Semana Santa realicen estación, de una forma u otra, buena Estación de Penitencia a todos, sobre todo a los nazarenos, anónimos y en ocasiones poco valorados, porque ellos saben por qué lo hacen.


Foto: Antonio Sánchez

lunes, 23 de marzo de 2009

Nuevos Albores de Primavera


Todo empieza de forma casi casual, son recuerdos prestados, de un tiempo que no viví pero que a fuerza de escucharlo, casi lo conozco ya. Paradójicamente, la primavera comienza en estos días, momento del renacer para las plantas, los sentimientos… y tal vez este rincón tenga un poco de todo eso.
Daría cualquier cosa por saber que estaré a la altura de aquellos, de Manolo Ferrón, de su compadre, de mi propia abuela Carmen que de vez en cuando deslizaba versos entre sus páginas. Pero eso nadie lo puede garantizar, como cada vez que se comienza algo, la incertidumbre es el muro más alto que tienes por delante; pero al menos no estoy sola, y espero que con la ayuda de unos y otros, esta especie de homenaje, que no recuperación (ya me gustaría a mí) de lo que fue Albores de Primavera, llegue a buen puerto. De entre todos, quiero agradecer a mi ¿tíaprima? (lo de los parentescos no lo domino mucho) Merchi, que me dejara usar el nombre de la revista de su padre, y a mi primo segundo Fernando, por dejarme las portadas, con la censura pasada y todo, por la información, y por todas las cosas que le pediré en un futuro… Que la señora de la Soledad se lo premie a ambos.

Como antes de realizar una Estación de Penitencia, me encomiendo a mis titulares, quizás de forma algo atípica, pero si cofrade. Al fin y al cabo, El Señor de la Ventana proporciona Salud y Buen Viaje, y esto no es más que una nueva singladura que hoy comienza.





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