Al fin lo recogía, por fin estaba terminado. Otro anticipo de lo que llega, y en cierto modo la materialización de un sueño, y soy muy pesada con el tema, pero era mi sueño… Iba a la modista para traerme al fin el vestido negro de manga francesa y largo rodillero, el vestido de la mantilla. Caminaba pensando en mis cosas, que no es raro, cuando algo me sacó de ellas. Una niña, presumo que antes o después de la catequesis repasaba con su abuela el credo. No sé porqué me hizo gracia aquella niña, que poco a poco construía esa oración que yo aprendí hace tanto, que recé tantas veces, a veces creyendo más, a veces creyendo menos… En cierto modo era otro anticipo de lo que se acerca… Pasé por la parroquia, parroquia de barrio, de periferia, donde hace veintitantos años, cuando yo nací, aquello quedaba tan lejos de cualquier cofradía como de Hong Kong… Estaba la puerta entornada, y entreabierta se escaparon hasta mí notas de una marcha que no me gusta especialmente… pero bueno, también aquello era Semana Santa. Imagino que era la BSO de preparativos para el viernes, y los anticipos de la Gloria tienen ilimitadas formas, como la de esos naranjos que perfumaron mi camino, que no son de Mateos Gago, pero el azahar es sevillanía allá donde esté. Al llegar al portal me dí cuenta de que me había olvidado algo, pero bueno, a la vuelta podría hacerlo. Merendé en casa del Andréu sin el Andréu, en ese salón que va de la calle San Esteban al Paseo de la O, y vuelve de Sevilla a Triana cuantas veces quieras mirarlo… Tostadas o torrijas, de azúcar y canela, que hay que aprovechar estas fechas para comer estas cosas.
Última prueba, fin de alfileres e hilvanes… Entre túnicas de la Esperanza de Triana y trajes de flamenca a la mitad, salgo con el vestido en una percha; funda trasparente para que pueda verlo todo el camino de vuelta. El azahar sigue en la calle, y tengo una misión que ahora no se me puede olvidar. Entro percha en mano en un establecimiento dónde venden comida para perros, melisa para conciliar el sueño y productos adelgazantes. Poca gente sabe que allí se vende lo que yo compro, carbón. Se me había acabado, hacía días que no respiraba incienso… Carbón, ¿por qué los Reyes Magos no cumplen sus amenazas? ¿no he sido lo suficientemente mala? ¿no he sido lo suficientemente buena? Era un momento algo raro, en una herboristería, vestido mantillero en ristre, comprando carbón… Se me iba a escapar la risa tonta, al dependiente también; quizás ha sido el anticipo mayor, el momento más cuaresmal, o el más raro…
Y es que todas las señales lo indican, todos los caminos me llevan, todo parece gritarlo en silencio, secreto público que no se esconde, pero que nos gusta intuir…
Ya viene, de verdad que ya viene…
Última prueba, fin de alfileres e hilvanes… Entre túnicas de la Esperanza de Triana y trajes de flamenca a la mitad, salgo con el vestido en una percha; funda trasparente para que pueda verlo todo el camino de vuelta. El azahar sigue en la calle, y tengo una misión que ahora no se me puede olvidar. Entro percha en mano en un establecimiento dónde venden comida para perros, melisa para conciliar el sueño y productos adelgazantes. Poca gente sabe que allí se vende lo que yo compro, carbón. Se me había acabado, hacía días que no respiraba incienso… Carbón, ¿por qué los Reyes Magos no cumplen sus amenazas? ¿no he sido lo suficientemente mala? ¿no he sido lo suficientemente buena? Era un momento algo raro, en una herboristería, vestido mantillero en ristre, comprando carbón… Se me iba a escapar la risa tonta, al dependiente también; quizás ha sido el anticipo mayor, el momento más cuaresmal, o el más raro…
Y es que todas las señales lo indican, todos los caminos me llevan, todo parece gritarlo en silencio, secreto público que no se esconde, pero que nos gusta intuir…
Ya viene, de verdad que ya viene…