sábado, 24 de julio de 2010

Historia de un naranjo



Hace ya un par de años, comentaba que disfrutaba controlando a un naranjo, “su naranjo”. Estaba frente a su ventana, y disfrutaba en ese dulce tiempo de espera, los días anteriores a la Cuaresma y por supuesto esos cuarenta días que anticipan la Semana Santa, viéndolo crecer, esperando que se cuajara de azahar y anunciara con su perfume que era hora de ir sacando las túnicas.
A mí me hizo mucha gracia este detalle, pero no le dije nada. Conocía a su naranjo. Conocía y conozco, pues ahí sigue el arbolito, resistiendo el verano hasta que llegue la primavera y su tiempo de esplendor.
Curiosamente su casa tiene una connotación muy cofrade para mí. Además de porque en el piso de arriba esté la modista que me hizo el vestido de mantilla, en un local bajo de su edificio se encuentra uno de los zapateros más duchos que tendrá esta ciudad. Las vísperas son un tiempo de preparación, y por ello, son frecuentes visitas al zapatero, tapas nuevas, corte de algún tacón para asegurar comodidad en el trasiego cofrade, hebillas para los nazarenos o acólitos… Y en una de tantas visitas por sus dominios me traje conmigo un retrato del naranjo en cuestión. Un instante mundano a los ojos de cualquiera, un segundo de primavera congelado, un pregón que anuncia lo que vendrá, versos y delicada prosa en ramas y hojas, sueños y anhelos de mañanas de sol y globos con la Paz en el Parque, y noches con el eco de Amarguras, anticipos de esplendorosos Martes Santo, Viernes de recogimiento… Porque a veces dan ganas de parecerse a algún chovinista y decir “Esto es Sevilla”, porque en Sevilla pasan estas cosas, y un naranjo de barrio es capaz de contar y trasmitir todo esto, con el simple hecho de estar ahí parado haciendo su fotosíntesis.

Hoy, el vigilante del naranjo cumple capicúamente los 44. Le quedan aún muchas Cuaresmas esperando el estallido del azahar, le faltan aún muchas tardes de Martes Santo, Madrugás de café en vaso de corcho, Sábados Soleanos, y lo más importante, le queda aún la llegada de ella, a la que tendrá que enseñarle lo que es una revirá, lo que significa el pelícano del Amor, y a la que yo espero poder enseñarle algo, como pedir caramelos o mejor aún, cera.

Felicidades señor Andréu, y felicidades por todo lo que aún está por venir.

viernes, 25 de junio de 2010

Hoy es Viernes


Lo repetía, convencida, una y mil veces, casi enfadada. Yo apenas lo recuerdo pero me lo han contado: “¡Es Viernes, déjame ir al Gran poder que es Viernes!” Y no lo era, era Martes, o Domingo o Miércoles, lo mismo daba, porque era igual de complicado para mi madre hacerle ver que era cualquier día menos el que ella quería.
No voy a hablar de lo duro o triste que es el alzhéimer, no quiero ponerme triste ni poner a nadie así, pero me parece bello recordar que mi abuela, tan devota como era del Señor de Sevilla y su bendita madre, cuando ya empezó a estar afectada por esta enfermedad tuvo al Señor presente. A ratos más lúcidamente, a ratos algo menos, pero siempre presente. Acabó viviendo en un mundo en que todos los días eran un fantástico Viernes en el que ella iba a San Lorenzo…
Hoy es Viernes, hoy Jesús del Gran Poder vuelve a estar en su basílica. Hoy muchos son felices por este hecho, y yo sé que desde el cielo mi abuela Carmen está especialmente contenta, porque lo dicho, hoy es Viernes en San Lorenzo.


Foto: Antonio Sánchez Carrasco

miércoles, 9 de junio de 2010

La rampa del Salvador


Lo mismo alguno critica que ponga rampa y no “rampla” como a muchos les gusta decir, pero es que no me sale…
La foto es de hace ya muchos meses, cuando la Semana Santa se dibujaba en un calendario que tenía poca prisa y muchos días fríos que regalarnos.
Había visto durante toda la mañana muchos niños subirla y bajarla cientos de veces, resbalar por ella, perseguirse y patinar…
La verdad es que a veces pienso que debería estar ahí todo el año, es un Puerto Perico más a la sevillana y al que hoy en día, en este mundo que muchos consideran plagado de realidades virtuales, ordenadores y digitalización del juego, a cierta edad eso importa poco o no es incompatible con pasar una divertida mañana en el Salvador.

miércoles, 5 de mayo de 2010

“Delegado del Lunes”


Quizás uso las colaboraciones o peticiones para satisfacer intrigas que una tiene; al fin y al cabo soy humana y de natural curioso, la verdad.
Siempre me ha llamado la atención algo que es más común de lo que parece, gente que pertenece a dos hermandades del mismo día. Ese era el caso de Enrique Henares, amigo, cofrade y aficionado a las letras, así que aprovechando la excusa y los tres adjetivos anteriores le pregunté el porqué; su respuesta es esta:


DELEGADO DEL LUNES


Me pide mi amiga Mercedes una colaboración para sus Nuevos Albores de Primavera sobre la dualidad de mi Lunes Santo: Penas de San Vicente y Santa Marta, por la que, como imaginarán, me pregunta extrañado todo el que desconoce las circunstancias que me llevaron a pertenecer a ambas corporaciones. Paso a detallarles.

Mi historia cofradiera, como la de todo sevillanito que se precie, arranca nada más nacer. Mi padre, que siete años antes –en 1973- había sido uno de los integrantes de la primera cuadrilla de hermanos costaleros de Sevilla bajo el Cristo de la Buena Muerte, y que poco después sería secretario primero de la hermandad, me hace hermano de los Estudiantes. Mi tío y padrino Manuel no quiere ser menos y me apunta a su Hermandad del Calvario. Extrañamente a nadie se le ocurre hacerme hermano de Santa Marta, en cuyo grupo joven se habían conocido mis padres a primeros de los setenta. La cosa no queda ahí, no sé exactamente cuándo –nunca supieron aclarármelo, así que imagino debió ser fruto de uno de esos instantes de exaltación amistosa que tanto nos gustan a los cofrades- me hacen hermano de las Aguas de la calle Dos de Mayo. Pese a todo –gran sorpresa causará a muchos- la primera túnica que visto es la de Montesión en un Jueves Santo, el de 1985, que lejanamente recuerdo como muy lluvioso, mojada de la Virgen del Rosario, a paso de mudá camino de la Anunciación, incluida. La de la Plaza de los Carros era la cofradía a la que de pequeños pertenecieron mi padre, sus hermanos y sus primos, los cuales salían con varita ante el palio cada Jueves Santo. Una túnica, e incluso la varita con la cruz y el cáliz, andaba por casa de la abuela -¡cuántas veces jugaba de niño a ser nazareno mirándome cubierto por el antifaz en el espejo de la peinadora!- así que sin ser hermano, ni pretender integrarme en el cortejo en momento alguno, allá que me la plantaron para hacerme las fotos que dada mi “negritud cofrade” aún no tenía como los demás tiernos infantes. Tuve otra experiencia nazarena de ingrato recuerdo -a causa de un capirote y un antifaz pequeños- a los once años, formando parte del cortejo que acompaña a la Virgen Niña de Guadalupe. Fueron las dos únicas de la infancia. Empezaba a darme cuenta que lo mío es ver los pasos desde fuera, o acaso un par de días desde abajo.

Algo mayor decido tomar las riendas de mi vida cofrade y la revoluciono. Pido quedarme sólo con los Estudiantes –a la que desde hace poco tampoco pertenezco- y decido elegir una hermandad en la que buscar mis propias experiencias. Por su valor sentimental está a punto de ser Santa Marta, por razones de amistad la Cena, pero finalmente –por esta misma causa- termina siendo las Penas de San Vicente; corría el mes de diciembre de 1997 y para colmo de bienes la hermandad residía de forma provisional muy cerca de mi casa. En las Penas vivo momentos extraordinarios, a buen seguro muy semejantes a esos que cualquiera que ha formado parte activa durante años de una hermandad habrá vivido en ella. El primer año salgo de penitente tras el Señor; después durante cuatro de acólito delante de la Virgen de los Dolores (dos con un cirial y dos con incensario); los tres años siguientes vuelvo a ponerme la túnica y a coger la cruz (si bien sólo salimos uno); incluso, durante este periodo, puedo cortarme la coleta en el acolitaje, saliendo de incensario del Señor de las Penas en el Vía Crucis de las Hermandades. Llega 2006 y mi vinculación con la hermandad ha languidecido; ese mismo año mi hermano y yo nos hacemos hermanos de Santa Marta, cumpliendo una vieja cuenta pendiente, ya que si no es por ella no estaríamos en el mundo. Aquel Lunes Santo no me pongo la túnica para disfrutar de mis dos hermandades en la calle. En 2007 –tras el descanso de un año- vuelvo a San Vicente, esta vez como costalero del Señor de las Penas, si bien por divergencias con Antonio Santiago a la hora de trabajar sólo duro un año bajo los dos pasos que saqué con él: las Penas y la Misión. Desde entonces vivo muy gustoso el Lunes Santo, disfrutándolo desde fuera, viendo cofradías a lo largo de 12 horas. Quienes me conocen saben que es lo que me gusta hacer, como antes comenté.

Hoy puedo decir con orgullo que soy hermano de las tres hermandades que yo mismo elegí y en las que tengo mis vivencias y recuerdos cofrades; dos de Gloria: Madre de Dios del Rosario y la Salud de San Isidoro, y las Penas de San Vicente. También de Santa Marta, donde no tengo tanto vivido, pero donde sé que soy querido como lo son mis padres desde hace mucho tiempo.

Como veréis no soy nada “chovinista cofrade”. En varias hermandades: San Isidoro, los Servitas, las Aguas... tengo más buenos amigos que en las mías propias, debido a los muchos buenos ratos disfrutados en ellas; me siento hermano de sentimiento de la Hiniesta (una cofradía que me vuelve loco, pero a lo que no tengo previsto pertenecer); como casi todos creo que en la Amargura radica la perfección; y sólo mi devoción hacia la Virgen de los Reyes y Sor Ángela es comparable a la que siento por el Señor de Pasión. Pese a todo y pese a que en muchas ocasiones haya que dar la versión reducida –ésta es la extensa, y demasiado- de la explicación, mis hermandades penitenciales son y serán, si Dios me da salud, por muchos años las Penas de San Vicente y Santa Marta, tanto monta monta tanto. Por eso algún amigo cachondón gusta decirme que qué Delegado del Lunes se pierden en el Consejo conmigo.

Enrique Henares Núñez
Primavera de 2010

jueves, 15 de abril de 2010

Deshojando la margarita


Pasó la Semana Santa, pasó como cada año, fugaz, intensa, dulce, efímera y eterna. Con la distancia que dan un puñado de días, todos nos dedicamos a hacer balance, a analizar, pormenorizar detalles, a recrearnos rememorando momentos e imágenes. El sevillano es único para eso, no es que tenga una opinión, tiene miles de ellas. Yo no soy menos por supuesto, pero en esta ocasión he querido dejar un poco al lado mi parecer, y he preferido traer aquí los de otros. Cuatro amigos y cofrades, de diferentes edades, hermandades y ocupaciones desgranan la semana en diez puntos positivos y otros diez menos favorables, que de todo hay en estos días… No les pedí más, diez y diez; algunos son más personales, otros más genéricos, más o menos escuetos, pero yo estoy contenta con el resultado y les agradezco enormemente que participen conmigo en este espacio que con la ayuda de muchos se irá perfilando o eso espero.

El título de la entrada se lo debo a Miguel Andréu, así que por esto y por ser el primero que me remitió su lista, abre el tramo, le sigue Leticia, la más joven de los cuatro, Miguel, que a falta de uno tenemos dos y cierra Rocío.


Miguel Andréu Fernández 44 años
Periodista
Hermano de San Esteban, San Isidoro, La O, La Macarena y Hermano Mayor de Nuestra Señora de los Reyes, patrona de Los Sastres.


Las diez cosas que más me han gustado:

- El estreno de mi ahijado con cirio en sus dos hermandades.
- Los tulipanes del Cristo de la Fundación. Originalidad y hermosura.
- La Amargura por Conde de Torrejón, para morirse...
- La tarde del Viernes Santo: completísima en todos los aspectos. Un lujo.
- El plumerío macareno del centurión del pasocristo de San Esteban, más cercano que nunca a Rodríguez Ojeda. Iba como nunca ha ido.
- La actitud de San Gonzalo y Santa Marta, no arriesgando. Los experimentos en casa y con gaseosa.
- La cuadrilla del pasocristo del Prendimiento. Alarde de ganas, fuerzas y saberlo hacer bien y con gusto. Los cambios de mecida cuando están bien hechos no son buenos: son buenísimos.
- El Sol, desde el pitón al rabo, que diría un taurino.
- La intimidad con la Soledad de San Lorenzo.
- La entrada en Campana de la Esperanza de Triana. Finura y señorío. La Triana más pura sin alardes de ser Triana.

Las diez cosas que menos me han gustado:

- La lluvia del Lunes Santo. A destiempo y a deshora, deshaciendo el día.
- La actitud de la Hermandad del Polígono de San Pablo con la lluvia. Te hemos pillao...
- Los atropellos, porque han sido varios, del palio de la Macarena a sus cirios verdes. No, Antonio Santiago, así no.
- Más de la Macarena: el tocado. Para nada de mi gusto.
- La selección musical del palio del Baratillo. Hermano Mayor, que usted es tan de barrio como yo. No se equivoque.
- Sigue sin gustarme el andar del Señor del Gran Poder. Lo siento, pero no es el mismo.
- En algunas hermandades, muchas caras al descubierto con una credencial, como parte de la cofradía. Y muchos chaqués a destiempo.
- Algunas insignias que mejor dejar en casa. Me recuerdan a las antiguas cajas de mantecados.
- Los costales de colores puestos en medio de la nariz, los pantalones remangados y las camisetas de tirantas. Hablo de los costaleros como suponen, no de los pescadores de ranas.
- Que esto se acabe. Y que tengamos que esperar más de un año. Sniff.


Leticia Mejías Carbajo 19 años
Estudiante
Hermana de Los Panaderos, Monte-Sión y la Virgen de la Salud de San Isidoro.



Las diez cosas que más me han gustado:

La entrada de la Estrella, y este año con más motivo por compartir nuestro aniversario y acompañarnos en nuestras estaciones de penitencia. Acompañar a mi padre y, sobre todo, el haber podido vivirla con cierto hermano de la Estrella que se me había perdido un poco en cuestión de días.
La entrada del Museo, como cita fija anual y no por ello menos emocionante. La sencillez sobrecogedora de la Virgen de las Aguas. El reunirme con las mismas personas cada año en la plaza del Museo.
La Virgen de Regla con su palio restaurado, que parecía avanzar en la noche como por arte de magia emitiendo destellos dorados. El sentirme tan cerca de mi abuelo Julio volviendo la vista por calle Cuna.
Que la Virgen del Rosario llevase la rosita de pitiminí que le hizo Luis y el pañuelo que le hizo mi madre. Pequeños detalles que le hacen sentirse a uno, o ver a las personas allegadas, de manera especial.
La salida del Señor de la Oración en el Huerto desde la Capilla. Sevilla cabe el Jueves Santo en la plaza de los Carros, y pone los ojos en Él.
Como siempre, Santa Cruz. Esa sobriedad que te coge un pellizquito en el alma.
Ver a mi padre con ilusiones renovadas, capaz de hacer la atrocidad de realizar estación de penitencia cuatro días y de disfrutar más que nadie. Verlo reírse cuando le llamo "fatiga", "jartible" y todo lo que se me ocurre por el estilo.
La Hiniesta la noche antes de su salida, sus flores y su perfecto altar de insignias.
Haber visto al Gran Poder en la Avda., después de tantos años sin hacerlo. El silencio que se va creando a su paso, el respeto, la devoción.
Haber visto vestir a la Esperanza Macarena. Da miedo escribirlo de lo increíble que suena. Haber pasado horas allí y que éstas hayan volado como minutos. Ver como entre dos hombres la bajan del camarín y la transportan con delicadeza, cargando en sus brazos a su Madre.
Tenerla frente por frente, verla "humanizada", si es que se le puede aplicar ese término a Ella.
Esto más que de Semana Santa es de Vísperas, pero esta lista no podía acabarse sin semejante broche final.

Las diez cosas que menos me han gustado:

Evidentemente la lluvia del Lunes Santo. En el siglo XXI, con tantos inventos y sin remedio para esto... Aunque claro, es muy fácil hablar como lo estoy haciendo.
Haber tenido que faltar a la tradición de ver San Gonzalo por santa Cecilia con Paloma. Cuando la empezamos íbamos con nuestros padres, después solas, años más tarde con novios... a saber lo que habrá dentro de unos años.
Haber faltado a otra tradición, y no por las inclemencias del tiempo. La revirá de San Esteban en Jesús de las Tres Caídas, con Cristina.
Que haya personas tomándose en serio sus ilusiones, que se las avíen para faltar al trabajo y así poder ir a ensayar, para que luego llegue el momento de meterse bajo un paso y misteriosamente no haya sitio para ellos.
No haber podido ver a Gracia y Esperanza más que en la carrera oficial este año, por tener que ir a socorrer a alguien que se había pasado con las copitas el Domingo de Ramos.
Haberme mareado el Jueves Santo y no haber podido completar mi estación de penitencia.
Lo molestos que son los costaleros cada vez que gritan "Hermano, déjame pasar" y arremeten contra ti.
Que desde los balcones de la calle Francos tiren hasta más no poder de los rosarios del palio de Monte-Sión, sin el menor reparo y ajenos a los gritos que se les está pegando desde abajo.
Que los que dicen llamarse periodistas hoy día no contrasten bien los datos y se haya acusado a los Panaderos de que su palio dañó una cornisa, hiriendo a una señora que estaba bajo un balcón, a una hora en la que estábamos próximos a entrar en la Catedral. Un poco de seriedad, que no es tan difícil.
Que una nazarena vaya con el novio de la mano todo el recorrido y de vez en cuando se permita levantarse el antifaz para darle nada menos que un beso. Como mujer no puedo entender que se haya luchado para vestir una túnica y después se haga esto... De vergüenza.


A. Miguel Laborda Martín 25 años
Actor
Hermano de La Paz



Las diez cosas que más me han gustado:

- La Paz revirando a Castelar
- San Roque revirando a Medinaceli ante San Esteban
- Santa Cruz con la Catedral y el Archivo de Indias al fondo
- La Virgen de la Encarnación dejando la Cuesta del Rosario
- La Candelaria por los Jardines de Murillo
- La Sed saliendo de la calle Santiago
- El Cristo de la Salud (San Bernardo) entrando en calle Cuna
- El Cristo de Burgos por Sales y Ferré
- Las Cigarreras llegando al Puente de San Telmo
- La Carretería llegando a su capilla

Las diez cosas que menos me han gustado:


- El metro el Domingo de Ramos
- La Estrella entrando en Reyes Católicos
- El no poder disfrutar del Lunes Santo
- La Presentación al Pueblo con dos saetas seguidas en Jesús de las Tres Caídas
- El poco respeto de algunas personas ante el Cristo de la Buena Muerte (Los Estudiantes) por Plaza Nueva
- La orfebrería cada vez más multitono de la Virgen del Refugio
- El paso cada vez más soso del Cristo del Buen Fin sin su misterio
- La cantidad de coches de bebé por las bullas
- El público adolescente abundante por las calles (y su actitud) en la Madrugá
- El palio de El Sol con la candelería totalmente apagada por la noche


Rocío Romero Pérez 27 años
Licenciada en Derecho
Hermana de Los Gitanos


Las diez cosas que más me han gustado:

Una vez más, después de noticias desagradables durante la Cuaresma, tras no pocas polémicas cuya finalidad no tengo clara por parte de sectores que parecen ganar algo con las confrontaciones, y habiendo dejado atrás desafortunadas declaraciones en los medios de muchos figurones, la ciudad se echó a las calles con la misma ilusión de un niño y logré evadirme de todo. El ruido se acalló durante una semana.
A pesar del mal tiempo que llegó a retrasarnos demasiado las previas, el sol hizo presencia de manera abrumadora la mayor parte de las jornadas de la semana, pese a que partió la preciosa jornada del Lunes Santo y pese a que las temperaturas nocturnas no fueran, precisamente, agradables. Y el Sol que brilló como nunca el sábado santo.
Poder transportarte plácidamente a otro lugar con Tejera bordando marchas clásicas magníficamente interpretadas entre la bulla y el cacharreo al que suenan muchas bandas y agrupaciones.
La conjugación perfecta de olores que forman los espléndidos exornos florales y el incienso que envuelve a los pasos es, nuevamente, un placer inimaginable en cualquier otra época del año en este rincón del sur.
La elegancia de la salida de la hermandad de Las Penas de San Vicente: por la compostura del cortejo y del público que allí se concentra; por la hora en que se produce, con la caída de la tarde y el revuelo de vencejos; por el clasicismo de los pasos y la hermosura de las tallas; por las marchas de Pantión; y por la música de capilla que abre el camino del Señor y la banda de Tejera que escolta a la Virgen de los Dolores.

El camino de luz que forman los nazarenos en su discurrir por la noche y el olor a cera que desprenden al caminar.
El sonido inigualable de las bambalinas de un palio.
Las torrijas de leche, azúcar y canela de mi madre.
Un amanecer Gitano. Corta el aire, paraliza el tiempo y estremece mi corazón como ningún otro.
El rechinar de las ruedas de mi coche que aún percibo cuando cojo una curva gracias a la cera derramada.

Las diez cosas que menos me han gustado:

La falta de educación que a niveles generales predomina en Sevilla y que se pone de manifiesto más, si cabe, en fiestas como la Semana Santa.
La suciedad y, por ende, la falta de respeto por una ciudad a la que se ama mucho de palabra y muy poco de obra.
Los cani-friki-fans de las bandas de ccytt y agrupaciones musicales que sólo hacen silbar o tararear marchas o exclamar lindezas del tipo “hostia, qué guapo” ante cualquier sólo de corneta o trompeta.
Los aplausos que rompen la magia de una buena chicotá o revirá. Cada día soy más radical en este punto. Las palmas para la feria, toros y demás.
Las estridencias que se permiten muchos capataces para llamar la atención del público, cuando su única labor debiera ser la de mandar los pasos. Cada vez valoro más la sencillez de las cosas.
La típica actitud que adopta el/la listillo/a de turno que pretende colarse en una bulla, colocarse en primera fila habiendo llegado a última hora, acortar distancias molestando lo que sea necesario al sufrido cuerpo de nazarenos, etcétera.
Los padres que no enseñan unas mínimas reglas de comportamiento a sus hijos porque creen que por ser niños, aunque den un verdadero coñazo, la gente les va a excusar la pesadez y nadie va a reprenderles. Lo cierto es que suele ser así y nadie les dice a los niños que no se puede ser pesado, ni corretear en bullas, ni ser un disco rallado pidiendo una y otra vez a los nazarenos cualquier cosa, pero esos son los futuros cofrades y desde pequeños hay que saber comportarse en cada momento.
La lluvia que tuvo que hacer acto de presencia rompiendo una de las jornadas más especiales de mi Semana Santa, como es la del lunes.
La obsesión que tienen muchos desde unos años a esta parte por grabar o fotografiar absolutamente todos los momentos de la Semana Santa. No me entrará nunca en la cabeza cómo muchos que dicen soñar un año entero con nuestros días grandes lo primero que hacen al contemplar algo realmente hermoso es sacar la camarita de turno.
Los jodidos manojos de globos que inundan absolutamente todas las calles de esta ciudad cuando alguna cofradía atraviesa por ellas.




Estas han sido sus opiniones, algunas las comparto, otras no, en algunos momentos estaba presente, en otros no, y eso es lo bonito de esto, mucho mejor que haberme dedicado yo a comentar mi punto de vista.

jueves, 25 de marzo de 2010

Preparativos y ausencias


Olía a cera, polvo, limpiadores de plata, madera… olía a trabajo y a Iglesia, a Cuaresma, a Martes Santo en el aire… El olor a montaje está compuesto de todo eso y alguna cosa más que no sé descifrar… Es una sensación familiar, algo que cuando lo huelo me hace sentirme en casa, algo que aspiré en el vientre de mi madre, un pellizco que me agarra haciéndome sentir joven y vieja a la vez…
Me hago mayor, lo veo en señales del tiempo que a veces son duras para mí… Este año, todas las veces que he estado envuelta del olor a montaje que he dicho me ha faltado algo, algo que casi quería buscar y sabía que no iba a encontrar, pero aún así, inconscientemente quería que sucediera. Esperaba, de un momento a otro, ver salir de algún rincón de la Iglesia (la de San Esteban) a Manolo Calvo, con un cacharrito en una mano y un pincel en la otra… Aguardaba verlo aparecer, sonriendo, saludándome sin diminutivos, repleto de bondad, la misma con la que repasaba cada año las carencias del oro para que el Martes Santo esa burla andante luciera resplandeciente bajo el sol del barrio cuando la pluma de “Paco el romano” roza el dintel de la ojiva…
Lo dicho, los años pasan y por desgracia la gente nos abandona, y aunque yo siga reconociendo ese particular perfume de preparación, este año es el primero que me ha faltado esa imagen…

A Manolo Calvo, que esté donde esté seguro que no falta a la cita del próximo Martes

jueves, 11 de marzo de 2010

Abriendo los ojos



Es complicado saber por dónde empezar. Es reiterativo disculparse más por el abandono que cada poco sufre este rincón. Es triste que este espacio se encuentre tan vacío en Cuaresma. Es una pena la de posibilidades que tiene esta ventana y lo poco que las trabajo. Pero no tiene más sentido lamentarse, más hoy, que con algo de suerte y ayuda espero poder comenzar un apartado que desde el principio quise incluir en Albores.

Esperaba que ciertos amigos y conocidos colaborasen de una u otra forma con el proyecto, al fin y al cabo es lógico, y me encanta poder compartir opiniones, visiones y experiencias cofrades, ya que hay tantas formas de vivir la Semana Santa como sevillanos en las calles. Incluso más, hoy de hecho es el caso puesto que la persona que llega a estas líneas no es nacido en esta ciudad, aunque eso no impide que pueda ser un cofrade en todo el sentido de la palabra cuando llegan las fechas. Esto es lo que hace que su texto de hoy sea más interesante si cabe.

Los habituales de la blogosfera lo conocerán por Moe de Triana; bajo ese nick se encuentra Álvaro Ballén, natural de Sanlúcar de Barrameda, que si alguno no está muy puesto en geografía, es ese bendito sitio donde el Guadalquivir abraza al Atlántico y mueren los suspiros que Triana derrama en el río.

Para los que hemos vivido la Semana Grande desde el carrito es imposible fijar un punto en el calendario, un momento o una fecha en que se desató por completo la pasión por esta fiesta, y eso es una pena en cierto modo. Álvaro por suerte puede contarlo, tiene conciencia de un momento, un pistoletazo de salida en que vió transformarse esta ciudad por primera vez y para siempre, un instante que se hizo eterno cuando por primera vez pudo ver una Sevilla diferente al abrir los ojos.




ABRIENDO LOS OJOS



Para todo en esta vida hay una primera vez, y yo jamás olvidaré ese día en el que vine a Sevilla dispuesto a conocer su Semana Santa, dejándome enredar por el olor a azahar, mientras a paso ligero me diluía entre una marea de personas en busca de toparme con la esencia más pura de la primavera sevillana.

Siempre he dicho que esta ciudad son sus barrios, por eso, aquel año, quise tomarle el pulso a las cofradías que le dan vida a esas zonas alejadas del centro, para así disfrutar de sus callejones, de sus avenidas, pasear por sus aceras, ver como sus calles se coloreaban de túnicas nazarenas, palpar el ambiente y presenciar como de los portales salían familias enteras dispuestas a acompañar a sus imágenes camino del corazón de una ciudad que durante esos días late más fuerte que nunca.

Pocas cosas me arrebataron tanto, como ver que mientras la trasera del palio de la Virgen de los Dolores se difuminaba Afán de Ribera abajo, todas las calles colindantes se quedaban paralizadas, calladas, vacías, todo un barrio acompañaba a su cofradía, porque la cofradía era todo su barrio; me perdí en las estrecheces de las calles del Tiro de Línea para ver de cerca una levantá de la Virgen de las Mercedes, me apoyé en las esquinas del barrio de San Bernardo para disfrutar de un entramado de calles único en la ciudad, de la Salud de Cristo y del Refugio de María; en Nervión aprendí que ante la Sed del Hijo de Dios, se halla el manantial más puro y limpio que son los ojos de la Virgen de Consolación; paseé por el Arenal donde una madre acurruca en su regazo al cuerpo rendido de su hijo, y me dejé envolver por Triana cuando la luna asoma un jueves de Madrugá y Cristo se levanta una y otra vez ante miles de miradas camino del Calvario en el que encontrará su muerte.

Así pasaron las horas y pasaron siete dias que me marcaron para siempre, tanto, que ya no soy capaz de faltar a esa cita en la que un domingo por la mañana, un paseo de palmas nos dice que está con nosotros la semana grande, la Semana Santa de Sevilla.

Álvaro Ballén Pozo

Sevilla, Cuaresma de 2010


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