
Las quinielas lo cantaban desde hace tanto que ya puede que muchos no contaran con ello. Yo tendría doce años cuando empecé a escuchar que García Barbeito pregonaría desde el Maestranza la Semana Santa de Sevilla. Lo que no sabía es los años que tardaría en que eso llegara. Muchos lo afirmaban este año, y al fin se produjo el nombramiento.
El problema en este tipo de cosas es que todo el mundo opina, pues todo el mundo entiende. Muchos creen que sólo debe ser materia de periodistas o escritores, muchos piensan que profesionales de otras áreas por su condición de cofrades son capaces de ensalzar la Semana Mayor. Siempre hay quien dice que a fulano se le pasó el momento, que mengano tiene escrito el pregón desde hace tiempo, y que al otro, el que toma café con fulano, se lo escribió mengano cuando lo dio hace años ya…
También comienza el análisis a su vida, su trayectoria, otros pregones, comparativas para discernir si estará a la altura… Esta ciudad ingrata, con sus ingratos ciudadanos, se convierte en juez y parte, en exigente público y astuto censor. Se olvida esta urbe, de que alguna vez aplaudió lo fácil, de que en ocasiones se contentó con lo esperable o celebró lo evidente.
Se hacen cálculos de todo tipo, conjeturas y predicciones. Se comienza a entrevistar al pregonero, escudriñando sus palabras, e intentando adivinar que esconde para el atril.
Una misma historia que cada año se repite, con sus ritos, ceremoniales, costumbres… al fin y al cabo, hace no mucho escuché a alguien decir que de cualquier cosa repetida por más de dos años los sevillanos hacemos gala de tradición…
Sendos meses nos quedan hasta que suene Amarguras otra vez por el Paseo Colón, meses para que el pregonero se olvide de los que le precedieron y los que le seguirán, meses para olvidarse del mundo y pensar en lo único que importa, anunciarle a Sevilla la llegada de la Semana Santa, porque todo el mundo en el fondo sabe, que todo lo demás, es eso, lo demás.
Foto: Artesacro